Guerra de las Malvinas o Guerra del Atlántico Sur fue un conflicto armado entre Argentina y el Reino Unido ocurrido en las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982 por la soberanÃa sobre estos archipiélagos australes ocupados en 1833 y dominados desde entonces por Gran Bretaña. Sin embargo, la Argentina los sigue reclamando como propios y los incluye nominalmente dentro de su provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur.
El saldo final de la guerra fue la reocupación de las Malvinas por el Reino Unido y la muerte de 649 soldados argentinos, 255 británicos y 3 isleñas. En la Argentina, la derrota en el conflicto precipitó la caÃda de la Junta militar que gobernaba el paÃs tras el golpe de Estado de 1976, y la restauración de la democracia como forma de gobierno.
Las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur son tres archipiélagos situados en el Océano Atlántico, frente a las costas argentinas, que constituyen un dominio colonial británico desde 1833. No obstante, desde su ocupación en 1690 fueron motivo de conflicto entre el Reino Unido, Francia y España, y después entre el Reino Unido y Argentina, que se considera heredera de las reclamaciones españolas sobre estas islas. En este periodo se han producido diversos golpes de mano para establecer una u otra soberanÃa, saldados con la ocupación británica de 1833.
Sólo uno de estos archipiélagos, las islas Malvinas, tiene población civil propia permanente (llamados en inglés kelpers). Generalmente de origen escocés, esta población se considera a sà misma británica y apoya el estado actual de soberanÃa sobre las islas. Los otros dos están ocupados, esencialmente, por personal cientÃfico. En 1965 Argentina consiguió que la ONU aprobase la resolución 2065, calificando la disputa como un problema colonial y urgiendo a las partes a negociar una solución; no obstante, las negociaciones resultaron infructuosas durante los siguientes diecisiete años. De todas formas, las relaciones entre Argentina, el Reino Unido y los habitantes de las Islas hacia finales de la década del 60 y principios de la década del 70 fueron excelentes. Tal es asÃ, que durante gran parte de los años previos a la guerra, semanalmente operaba un vuelo entre Argentina y Puerto Argentino, del cual los isleños dependÃan fuertemente para su provisión y hasta la atención médica compleja. Incluso la pista de aterrizaje original de Puerto Argentino (realizada en aluminio) fue construida por la Fuerza Aérea Argentina hacia principios de la década del 70.
Relevancia de las islas
En otro tiempo en las islas existÃan importantes puestos balleneros, pero la práctica desaparición de numerosas especies de ballenas en los mares australes ha hecho que la relevancia económica de los tres archipiélagos sea reducida. El interés por ellas obedece fundamentalmente a tres causas:
Tanto Argentina como el Reino Unido consideran que la soberanÃa sobre estos territorios representa una cuestión de orgullo y credibilidad nacional.
La posesión de territorios adyacentes a la Antártida puede otorgar derechos sobre este continente en futuras negociaciones relacionadas con el mismo.
El control de este archipiélago entrega una posición estratégica a su ocupante sobre el cruce austral y su tráfico marÃtimo.
[editar] La decisión de atacar
La dictadura militar que gobernaba Argentina en 1982 sustentaba una parte significativa de su apoyo social en un exacerbado sentido del patriotismo. La cuestión de las Malvinas ocupaba un lugar central en esta estructura ideológica. A principio de los años 1980, el modelo económico de la Junta militar se agotó, con las subsiguientes tensiones sociales: 90% de inflación anual, recesión profunda, interrupción de buena parte de la actividad económica, generalización del IVA (impuesto al valor agregado), empobrecimiento de las clases medias, brusco aumento del endeudamiento externo de las empresas y el Estado, salario real cada vez más depreciado, aumento de la pobreza y sus lacras, etc. La sustitución del jefe de la Junta Jorge Rafael Videla por el general Roberto Viola y luego por el general Leopoldo Fortunato Galtieri es indicativa de esta crisis económica, social y polÃtica, y el momento en que la decisión de recuperar las islas se pone en marcha con objeto de recuperar el crédito perdido entre los sectores sociales sensibles a este discurso patriótico. Esta decisión se basó en tres presupuestos militares que, en principio, parecÃan acertados:
La guarnición británica en las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur era reducida, y la lejanÃa a la metrópoli impedÃa la llegada de refuerzos a tiempo.
La capacidad de guerra anfibia del Reino Unido a medio mundo de distancia no parecÃa estar a la altura de las circunstancias, pese a su gran poderÃo aeronaval.
No parecÃa probable que el Reino Unido realizara un contraataque a gran escala, afectando al territorio continental argentino —por ejemplo, usando sus submarinos nucleares— por una cuestión colonial sobre unas islas remotas.
No obstante, la Junta no tuvo en cuenta elementos geopolÃticos y diplomáticos esenciales a la hora de tomar tal decisión:
Existen numerosos conflictos fronterizos en el mundo. En el contexto de la Guerra FrÃa, no era probable que la comunidad de naciones viera con buenos ojos la resolución violenta de uno de ellos, pues eso podrÃa legitimar y desencadenar un racimo de guerras regionales en los cinco continentes.
En el contexto de la Guerra FrÃa, Estados Unidos daba más importancia a la OTAN, concebida directamente para detener a la URSS, que al Tratado Interamericano de Asistencia RecÃproca (TIAR) más orientado para contener al comunismo en América del Sur y percibido como de interés secundario por Washington.
Una dictadura de extrema derecha no podÃa esperar el apoyo de la URSS ni de ninguno de los paÃses alineados con ella o influenciados por ella, ni tampoco de la mayor parte de democracias occidentales, donde las graves violaciones de los Derechos Humanos cometidas por la Junta ya eran del dominio generalizado de la opinión pública.
La Junta subestimó, además, las estrechas relaciones entre Estados Unidos y el Reino Unido que trascienden del marco de la OTAN.
El Reino Unido es miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, con derecho a veto.
La Junta subestimó la importancia que tiene para la credibilidad del Reino Unido el mantenimiento de los territorios coloniales de la Mancomunidad Británica de Naciones (Commonwealth).
1982 era año electoral en el Reino Unido. Si en algún momento estuvo en duda responder o no, la proximidad de los comicios impedÃa que una humillación asà fuera sometida a negociaciones. En una encuesta de Gallup realizada a pocos dÃas del inicio de la guerra, el 28% de la población británica declaró que «el asunto de las Malvinas» iba a ser su elemento fundamental de decisión de voto.
La Junta subestimó el potencial y la habilidad militar de la que por varios siglos fue la Armada más poderosa del mundo, y particularmente la capacidad de algunos de sus elementos sustanciales.
Con este análisis erróneo, el Gobierno argentino diseñó un plan para la recuperación militar de los tres archipiélagos en disputa llamado Operación Rosario alterando el statu quo por la vÃa de los hechos. La Operación Rosario fue creada por el almirante Jorge Isaac Anaya, miembro de la Junta presidida por Galtieri, a finales de 1981 y principios de 1982.
La Operación Rosario
La Operación Rosario consistÃa en una serie de acciones de intensidad creciente encaminadas a la recuperación argentina de las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur que se ejecutarÃan en sentido inverso (de Este a Oeste y de menor a mayor relevancia polÃtica), iniciándose de la manera más discreta posible y culminando con la toma del archipiélago de las islas Malvinas y de su capital, Puerto Argentino/Stanley mediante un asalto directo. La Junta logró mantener en secreto el plan de Anaya hasta apenas 48 horas antes del inicio de las hostilidades.
[editar] La última Thule del Sur
Ya el 18 de marzo de 1977, la Armada Argentina habÃa establecido la estación cientÃfica Corbeta Uruguay en la isla Morrell (grupo Tule del Sur), en el archipiélago de las Sandwich del Sur, y llevaba operándola desde entonces. Esta instalación tuvo gran repercusión en la prensa argentina, pero el Reino Unido habÃa optado por ignorarla considerándola irrelevante. Para el plan de Anaya, en cambio, esta ocupación resultaba providencial dado que le permitÃa organizar operaciones desde el océano hacia el continente.
finales de 1979, un hombre de negocios argentino llamado Constantino Davidoff dedicado al comercio de chatarra habÃa adquirido a una compañÃa escocesa los derechos sobre tres antiguas estaciones balleneras en Leith (islas Georgias del Sur). En estas islas, administradas por el gobernador de las Malvinas, únicamente vivÃan unos cientÃficos del British Antarctic Survey (BAS: reconocimiento antártico británico) dirigidos por Steve Martin y estacionados en Grytviken, a unos 40 km de Leith.
Davidoff obtuvo permiso de la embajada británica para hacer puerto en Leith junto a 41 trabajadores, supuestamente con objeto de ejercer su negocio. Sin embargo, entre los trabajadores se hallaba un grupo de buzos tácticos (fuerzas de élite de la Marina Argentina). La partida llegó a Leith el 19 de marzo de 1982 a bordo del transporte de tropas BahÃa Buen Suceso, comandado por el capitán Briatore.
Como es protocolario, Davidoff debÃa presentarse a Martin al atracar en las islas Georgias del Sur. No sólo no lo hace, sino que los «trabajadores» alzan la bandera argentina en Leith. Informado de estos hechos, Martin envÃa a uno de los cientÃficos a entrevistarse con los argentinos e informarles de que se hallan en suelo británico y deben observar ciertas normas. Aún no es el momento; el equipo de trabajo obedece y baja la bandera. No obstante, Martin comunica los hechos al gobernador de las Malvinas Rex Hunt.
Al capitán Nick Barker, del HMS Endurance, este incidente no le sorprende. Lleva quince años en esas aguas y hace tiempo que oye hablar de movimientos extraños por la parte argentina, tanto que ya habÃa informado a sus superiores, aunque no le hicieron caso. Decide mandar uno de sus helicópteros Wasp a echar un vistazo. Desde el BahÃa ParaÃso se lanza inmediatamente su helicóptero Alouette en actitud agresiva, con el propio capitán Trombetta a bordo. Barker retira su aeronave. Desde tierra, no obstante, dos royal marines han observado estos movimientos y se los notifican a su superior en Grytviken, el teniente Keith P. Mills. En las islas Georgias del Sur ya sabe todo el mundo que están al borde de la guerra. En Londres, sin embargo, parecen ignorarlo: Whitehall notifica a Barker y Mills que si los argentinos intentan tomar Grytviken deben usar las reglas de combate amarillas, utilizadas para operaciones antiterroristas en Irlanda del Norte.
El 29 de marzo, Trombetta leva anclas y el BahÃa ParaÃso se pierde en el Atlántico Sur. En Leith permanecen infantes de marina. Por fin, el 30 de marzo, la inteligencia británica decide que es inminente una operación militar argentina sobre las Malvinas.
El 26 de marzo, una importante fuerza naval argentina habÃa abandonado Puerto Belgrano bajo la apariencia de disponerse a realizar unas maniobras con la flota uruguaya. Sin embargo, ponen proa a las Malvinas aunque el mal tiempo los retrasa. El dÃa 30, la inteligencia británica notifica al gobernador Rex Hunt que la amenaza es real y que se espera la invasión para el dÃa 2 de abril. Hunt reúne a sus pocas tropas y les encomienda la defensa de las islas. En la mañana del 1 de abril, apagan el faro e inutilizan el pequeño aeropuerto local y sus radiobalizas.
A las 21 del 1 de abril de 1982, 92 buzos tácticos argentinos bajo el mando del capitán de corbeta Guillermo Sánchez-Sabarots abandonan el destructor SantÃsima Trinidad y desembarcan en Mullet Creek sobre las 23:00. A esa misma hora, el submarino Santa Fe hace superficie y libra a otros diez buzos tácticos para colocar balizas de radionavegación. Cuando el Santa Fe emerge, es detectado por el radar de navegación del buque costero Forrest. La Guerra de las Malvinas acaba de comenzar.
A la 1:30 del 2 de abril, los hombres de Sánchez-Sabarots se dividen en dos grupos. El primero, comandado por él mismo, se dirige a los barracones de la infanterÃa de marina británica en Moody Brook para atacarlos. El segundo, bajo el mando del capitán de corbeta Pedro Giachino, avanza hacia Puerto Argentino con objeto de tomar el Edificio del Gobernador y capturarlo. Pero los británicos, sobre aviso, han evacuado los barracones y están desplegados en posiciones de combate para defender la localidad.
A las 5:45, la partida de Sánchez-Sabarots abre intenso fuego automático y de granadas contra los barracones donde suponen a los royal marines. A los pocos minutos, descubren que nadie devuelve el fuego. Están vacÃos. El ruido, por el contrario, alerta al mayor Norman —quien dirige a las fuerzas británicas— de que los argentinos han llegado.
Pero el grupo de Giachino los observa prepararse para el contraataque. Evitándolos, se dirige directamente a la residencia del Gobernador, con intención de atacarla por la puerta trasera. Cometen un error y entran al anexo de los sirvientes, donde tres royal marines están esperándoles. Se abre fuego. Giachino cae gravemente herido mientras el resto de sus hombres se repliegan. Pedro Giachino morirá después, convirtiéndose asà en la primera baja de la Guerra de las Malvinas.
A las 6:20, el Cabo San Antonio libra la compañÃa E de vehÃculos anfibios LVTP-7 del 2º de InfanterÃa de Marina, orientándose con las balizas que han colocado los buzos tácticos del Santa Fe. La primera oleada, bajo el mando del teniente comandante Santillans, llega a tierra y toma la dirección del aeropuerto. La compañÃa D desembarca poco después para hacerse con el faro.
Cuando la compañÃa E llega a las proximidades del viejo aeropuerto, sufre el primer ataque de la infanterÃa de marina británica. Un blindado LVTP es averiado por el disparo de un antitanque Carl Gustav, pero la tripulación resulta ilesa. El contraalmirante Busser, responsable del desembarco, comienza a preocuparse: las tropas blindadas aún no han entrado en contacto con los comandos, y la resistencia británica es más intensa de lo esperado. Ordena que el 1º Batallón y una compañÃa de lanzacohetes de 105 mm sean helitransportados a la costa.
A las 8:30, el gobernador Hunt y el mayor Norman debaten qué hacer. Se sugiere dispersarse por el interior para formar una Guerra de guerrillas, pero finalmente deciden que con fuerzas tan escasas no tiene sentido. Hacen traer a Héctor Gilobert, un argentino residente de las islas al que consideran un espÃa, y le encargan negociar el alto el fuego. A las 9:30, el gobernador Hunt rinde las islas Malvinas al contraalmirante Busser. Ciento cuarenta y nueve años de dominio colonial han terminado. Un avión de transporte militar argentino lleva a Hunt a Montevideo, desde donde se dirigirá a Londres.
Sin embargo, en las islas Georgia del Sur los británicos no aceptan la rendición, que les es retransmitida desde el BahÃa ParaÃso. Cuando en la mañana del dÃa 3 las fuerzas argentinas tratan de tomar Grytviken, los 22 infantes de marina británicos reaccionan. No sólo derriban un helicóptero Puma, sino que averÃan a la corbeta Guerrico con denso fuego de infanterÃa y un lanzacohetes Carl Gustav cuando intenta aproximarse a la población. El cabo Guanca, y los conscriptos Mario Almonacid y Jorge Ãguila resultan muertos y otros heridos. Finalmente, la Guerrico logra alejarse y —aunque tiene inutilizado su cañón principal de 105 mm— dispara una salva con el de 40 mm contra las posiciones británicas. Ante este hecho, con un marine herido en un brazo y con los conscriptos infantes argentinos aproximándose, los royal marines deciden rendirse.
Pasado el mediodÃa del 3 de abril de 1982, la bandera argentina ondea sobre las islas Malvinas, las islas Georgias del Sur y las islas Sandwich del Sur (en estas últimas hacÃa varios años). Se suceden grandes manifestaciones de alegrÃa patriótica por toda Argentina. Fotos de los soldados británicos capturados, boca abajo en el barro, dan la vuelta al mundo. Los «tercermundistas» han derrotado a la «superpotencia». Los prisioneros británicos vuelven a casa vÃa Montevideo. El plan de la Junta para recuperar prestigio social parece haber dado frutos. Sin embargo, los militares argentinos que han sido testigos de la fiera resistencia británica son más aprensivos. Si con apenas un centenar de hombres han puesto en varios bretes a fuerzas abrumadoramente superiores, ¿qué ocurrirá cuando llegue la Royal Navy?
La ocupación argentina y la reacción británica
Margaret Thatcher, Primera Ministra británica durante la Guerra de las MalvinasA diferencia de la represión con que la Junta Militar gobernaba en Argentina, su ocupación de las islas Malvinas no fue en absoluto brutal. Generalmente respetaron a la población local, si bien practicarÃan los correspondientes cambios de topónimos por sus versiones argentinas, instauraron el castellano como lengua oficial y, entre otros cambios, modificaron el código de la circulación para que se condujese por la derecha en vez de por la izquierda.
En un primer momento, la reacción británica fue esencialmente confusa. El dÃa 2 de abril, el diario The Times de Londres, al final de la primera página y al comienzo de la segunda, se preguntó cómo habÃa podido suceder este episodio cuando los servicios secretos británicos venÃan siguiendo los télex de la Embajada argentina en los últimos seis meses. El público del Reino Unido se encendió ante las imágenes de unos «soldados tercermundistas» apuntando a sus compatriotas rendidos en el suelo, disparando un sentimiento patriótico que cambió la configuración polÃtica de su paÃs.
El gobierno de Margaret Thatcher estaba entonces muy debilitado. Sus duras medidas sociales de corte neoliberal, recientemente puestas en marcha, suponÃan un constante enfrentamiento con amplias capas de la población británica. Francis Pym, su ministro de Asuntos Exteriores, no veÃa con buenos ojos un conflicto con Argentina por la posesión de unas islas remotas en el Atlántico Sur. No obstante todo ello, el 3 de abril el Reino Unido logró que la ONU aprobara la resolución 502, exigiendo a Argentina que retirara sus tropas de los archipiélagos ocupados como condición previa a cualquier proceso negociador. El Reino Unido también cortó todas las relaciones comerciales con Argentina, y comenzó a buscar aliados diplomáticos con un éxito mucho mayor al de la Junta.
Durante el conflicto bélico, y a raÃz de la inmediata ruptura de las relaciones diplomáticas entre ambos estados beligerantes, el Perú representó los intereses diplomáticos de Argentina en el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y, a su vez, Suiza representó los intereses diplomáticos de Gran Bretaña en Argentina. AsÃ, los diplomáticos argentinos destacados en Londres, se convirtieron en diplomáticos peruanos de nacionalidad argentina y los británicos en Buenos Aires, diplomáticos suizos de nacionalidad británica. Durante el transcurso del conflicto bélico, el acoso del Servicio de Inteligencia británico a la Embajada peruana en Londres y a sus funcionarios diplomáticos fue tal que originó como respuesta mensajes de distracción.
Para el 9 de abril, el Reino Unido habÃa logrado el pleno apoyo de la Comunidad Económica Europea (ahora Unión Europea), la OTAN, la Mancomunidad Británica de Naciones (Commonwealth) y la ONU. Surgen propuestas de paz por parte del Secretario General de las Naciones Unidas, el peruano Javier Pérez de Cuéllar, y del Presidente Peruano Fernando Belaúnde Terry.
Pero ya el dÃa 30 de marzo, cuando se hizo obvio que la invasión era inminente, el Gobierno británico habÃa ordenado que el destructor HMS Antrim, seguido de otros dos buques de superficie y tres submarinos nucleares, se dirigieran a las islas Georgias del Sur para apoyar al HMS Endurance. El resto de unidades de la marina británica se puso en alerta de cuatro horas.
Alexander Haig, Secretario de Estado de Estados Unidos, recorrió miles de kilómetros intentando evitar la guerra entre dos firmes aliados. No tuvo éxito. La URSS, por su parte, se dedicó a observar el devenir de los acontecimientos con alegrÃa disimulada: dos fuertes aliados de los estadounidenses, ambos con gobiernos de derechas —una democracia y una dictadura—, se enfrentaban irremisiblemente. Moscú era consciente de que, más pronto que tarde, Washington tendrÃa que decantarse por uno de los dos. Hacerlo implicaba romper la OTAN o romper el TIAR. Cualquiera de las dos opciones resultaba beneficiosa para los soviéticos.
En efecto, la neutralidad era imposible. Hacia finales del mes de abril el presidente estadounidense Ronald Reagan se decantó por los «primos» británicos y por la OTAN. Al hacerlo incumplÃan el TIAR, aplicable en casos de guerra, para favorecer a un miembro de la OTAN. Su unilateralidad, en vez de mantener neutralidad por pertenecer a dos tratados de defensa, le valió el descrédito internacional por flagrante incumplimiento de los tratados. Tanto la URSS como Cuba criticaron a Estados Unidos por este abandono del más débil, y Castro llegó a ofrecer su apoyo a la Junta Militar argentina.
Existe una visión de los hechos que considera que Chile, por su parte, al optar por apoyar a Gran Bretaña, incumplió también su compromiso con el TIAR alejándose de uno de sus postulados permanentes de polÃtica exterior cual era la intangibilidad en el cumplimiento de los tratados internacionales. Este hecho fue, según esta visión, el producto de unas relaciones muy estrechas cultivadas desde años con Gran Bretaña en el ámbito de la marina a lo cual se agregan unas relaciones especialmente delicadas entre Argentina y Chile que llegaron en 1978 a una situación pre bélica por el contencioso sobre el Canal del Beagle.
Otros ven la actitud de Chile, al borde de la guerra con Argentina en el Conflicto del Beagle, como la única practicable: exigir el cumplimiento de los principios de no agresión en que se basan las Naciones Unidas y constatar que el TIAR [1] descartaba en su "considerando" cualquier apoyo a una dictadura agresora. Desde este punto de vista, este nuevo Ãmpetu de recuperación de la soberanÃa argentina podÃa llegar hasta las fronteras chilenas reconocidas por el multilateral Laudo Arbitral de 1971-1978, pero que Argentina habÃa declarado nulo en forma unilateral. Chile no podÃa apoyar una agresión que más tarde se podÃa volver contra sà mismo. Por esta razón las pésimas relaciones entre Chile y Gran Bretaña ([2]) se tornaron en cooperación.
Desde los últimos dÃas de abril, el Reino Unido contó con todo este apoyo diplomático, con inteligencia satelital estadounidense, con las últimas versiones de armamento estadounidense (AIM-9L Sidewinder, Stingers, etc) y con datos tecnológicos esenciales de lo que se consideraba —y se demostrarÃa— el arma más peligrosa de los argentinos: los misiles antibuque Exocet de fabricación francesa. Hay dos versiones sobre la conducta de los misiles Exocet: 1°) el Reino Unido accedió a las claves para desactivarlos en la fase de operación, salvo los introducidos desde la república del Perú. 2°) no obstante la detallada información suministrada por el constructor Aérospatiale sobre las caracterÃsticas de los Exocet y especÃficamente sobre su sistema de punterÃa final (homing) resultaron inútiles: este misil resultó ser tan peligroso como se temÃa y en ningún momento de la guerra se pudieron establecer contramedidas eficaces contra él.
No hubo declaración oficial de guerra por ninguna de las dos partes. Pero conforme avanzaba el mes de abril, el mundo supo que una de las principales potencias del mundo y una orgullosa nación sudamericana se disponÃan a sembrar el fuego sobre las gélidas aguas del Atlántico meridional.
Desde el principio, fue evidente que el primer objetivo habrÃa de ser las islas Georgias del Sur. No sólo ya habÃa un buque británico en el área, el HMS Endurance, sino que los datos de inteligencia notificaban que la presencia argentina en estos islotes prácticamente inhabitables era reducida. Reconquistar las Georgias del Sur proporcionarÃa un pequeño punto de apoyo terrestre a la Flota Británica, pero sobre todo tendrÃa un efecto propagandÃstico de gran importancia sobre la población argentina, la británica y la internacional: la Royal Navy ha llegado. Por el contrario, un fracaso en esta recuperación podrÃa implicar graves problemas domésticos para Margaret Thatcher y el descrédito internacional definitivo del Reino Unido. Denominada Operación Paraquat, consistió en una serie de improvisaciones y despropósitos tácticos y estratégicos que salió bien por pura buena fortuna y por la debilidad de las fuerzas opositoras. Dado lo crÃtico de esta operación, el almirante Fieldhouse la habÃa organizado en secreto y con una cadena de mando distinta de la que utilizaban las fuerzas que se preparaban para reconquistar las Malvinas.
Quien primero llegó, el dÃa 19, fue el submarino nuclear HMS Conqueror. Su presencia, en principio, denegaba el área a la flota argentina y garantizaba la seguridad del HMS Endurance: el HMS Conqueror era un submarino diseñado para combatir contra la armada soviética, con una tripulación entrenada para pelear con los cruceros y submarinos rusos, por lo que no era probable que ningún elemento de la flota argentina le ofreciera una resistencia significativa. El 20, un avión de cartografÃa y reconocimiento radáricos Handley Page Victor retornaba a isla Ascensión después de levantar nuevos mapas del archipiélago (siempre variables debido a los glaciares) y cubrir 150.000 mi² de mar. Con 14 h y 45 min de duración, se trata de la misión de reconocimiento más larga de la historia. Hizo unos mapas estupendos, pero en el apartado de observación retornó con las manos vacÃas: la flota de superficie argentina no estaba en el área.
A lo largo del dÃa 21 el resto de la fuerza británica llegó a las proximidades de las islas Georgias del Sur. Desde el primer momento, se puso en evidencia la pobre gestión de la operación: no estaba claro quién mandaba sobre qué, no se atendió a los experimentados cientÃficos del British Antarctic Survey, perfectos conocedores de la zona, lo que dejó al 19º Comando del 22º Regimiento del SAS (Special Air Service: ‘servicio aéreo especial’, comandos de élite) atrapados en el glaciar Fortuna en medio de un clima imposible: vientos de casi 200 km/h y olas de Fuerza 11, con el barómetro llegando a rozar los 965 milibares.
Y el dÃa 23, un débil eco en el sonar delató la presencia del submarino argentino S-21 ARA Santa Fe; todas las operaciones se detuvieron de inmediato, el HMS Tidespring se envió a aguas más apartadas, otros dos petroleros en aproximación se desviaron y la flotilla británica se desplegó en orden de combate para interceptarlo.
La Operación Paraquat se habÃa transformado en una operación de rescate de alta montaña y una extraña persecución de un submarino diésel-eléctrico construido durante la II Guerra Mundial, mientras las tropas de Lagos y Astiz en Grytviken y Leith permanecÃan ajenas a lo que pasaba.
Rescatar a los comandos atrapados les costó tres helicópteros, hasta que finalmente 16 hombres agotados y helados lograron aterrizar en el HMS Antrim a bordo de un último helicóptero cargado muy por encima de sus especificaciones. Los británicos se concentraron ahora en hallar un punto de inserción adecuado —escuchando esta vez los consejos de los cientÃficos del British Antarctic Survey— y en cazar al Santa Fe.
El capitán Bicain, al mando del Santa Fe, no estaba allà por su gusto. Sus órdenes consistÃan en evitar la posible presencia británica para desembarcar unos magros refuerzos en Grytviken. Por ello su submarino estaba saturado de gente, pero la poca intimidad era el menor de sus problemas. Se le ordenaba evitar a la tercera flota del mundo con un navÃo que vio un dique seco por última vez en 1960. Estaba tan deteriorado que no podÃa variar su profundidad; sólo tenÃa dos posibles posiciones, en superficie o sumergido a cota fija. Y operar los tubos lanzatorpedos implicaba el riesgo de sufrir una explosión. Frente a él, buques y submarinos pensados para luchar en la Tercera Guerra Mundial.
Pese a todo, el capitán Bicain logró llegar muy lejos. Pero era una pelea imposible. Sobre las 11 del 25 de abril de 1982, un helicóptero del HMS Antrim le detectó otra vez y, antes de que se escabullera de nuevo, arrojó dos cargas de profundidad tan anticuadas como el submarino al que iban dirigidas (el único armamento que llevaba a bordo). Una de ellas explotó muy cerca e inundó los tanques de flotabilidad del Santa Fe’’, que se vio obligado a salir a superficie. Ahora fácil blanco para toda clase de cañones, misiles y torpedos, Bicain trató desesperadamente de llegar a Grytviken.
Los británicos no iban a dejar escapar una presa tan fácil. Otro helicóptero le lanzó dos misiles AS-12. Impactaron en la torreta pero, como durante la modificación de 1960 se habÃa reconstruido en materiales plásticos, no ofreció suficiente resistencia como para que se activara su espoleta y los misiles pasaron limpiamente a través. Aún le atacaron una tercera vez, con torpedos dirigidos contra sus hélices, pero en aquella época los torpedos antisubmarinos no explotaban al alcanzar blancos de superficie por razones de seguridad. Para asombro de todos, especialmente de sus ocupantes, el Santa Fe logró llegar trabajosamente a Grytviken y ser evacuado. Quedó varado, y allà sigue todavÃa.
Mientras, los comandos del SAS y el SBS hallaron por fin puntos de inserción adecuados. En ausencia de patrullas argentinas, simplemente caminaron hasta Grytviken y Leith. Al llegar a la primera, se encontraron banderas blancas colgando de los edificios. El teniente comandante Luis Lagos, al cargo de las islas Georgias, habÃa decidido no luchar ante fuerzas tan enormes. En la mañana del 26, Lagos firmaba la rendición en la base del British Antarctic Survey en King Edwards Point. Astiz, responsable de los quince buzos tácticos en Leith, no aceptó al principio este hecho. Pero ante lo que se le venÃa encima, por la tarde firmarÃa también la rendición a bordo del HMS Plymouth, duplicando innecesariamente el acto de Lagos. La imagen de Alfredo Astiz firmando los papeles dio la vuelta al mundo. La Union Jack ondeaba de nuevo sobre las islas Georgias del Sur.
Si bien con la llegada de la Royal Navy y la inutilización del Santa Fe la flota argentina se habÃa replegado sabiamente a posiciones más próximas al continente, el almirante Fieldhouse la deseaba firmemente atracada en puerto. No estaba dispuesto a arriesgar sus preciosos buques en batallas navales como las de la Segunda Guerra Mundial. Para ello necesitaba asestarle un golpe brutal, algo que convenciera a sus almirantes y a la Junta de que salir al mar era la peor de las ideas posibles. También le hacÃa falta un golpe propagandÃstico definitivo que ofrecer a Londres, más allá de la recuperación de unos oscuros islotes y el éxito de unas operaciones de bombardeo todavÃa medio secretas.
Para el dÃa 30 de abril las unidades más relevantes de la fuerza de operaciones británica ya habÃan configurado dos grupos de operaciones en la zona de las Malvinas, compuestos por dos portaaviones (HMS Hermes y HMS Invincible), cuatro destructores (HMS Glamorgan, HMS Conventry, HMS Glasgow y HMS Sheffield), cuatro fragatas (HMS Broadsword, HMS Alacrity, HMS Arrow y HMS Yarmouth) y dos buques petroleros y de suministros (Olmeda y Resource). Con su posición asà consolidada, el Reino Unido declaró una «zona de exclusión total» (TEZ) de 200 mi náuticas alrededor del archipiélago, cuyo centro no estaba bien definido. Cualquier buque o aeronave argentino hallado dentro de estas aguas podÃa ser atacado sin previo aviso. Lo cierto es que, como hemos visto, la flota argentina habÃa decidido apartarse del área por iniciativa propia en tres grupos muy dispersos. El General Belgrano y sus dos escoltas patrullaban los bancos de Burdwood, situados en el borde sur de esta zona de exclusión. No parece probable que buques tan antiguos cometieran la imprudencia de adentrarse en la zona prohibida. El mismo dÃa 30 de abril fueron detectados por el submarino nuclear HMS Conqueror, procedente de la reconquista de las islas Georgias del Sur.
Londres habrÃa preferido tener bien ubicado al 25 de Mayo, único portaaviones de la Armada Argentina. El General Belgrano, sin embargo, era el segundo buque más grande del Grupo de Tareas 79 (nombre dado a la Flota de Mar argentina durante el conflicto de las Malvinas. Sobre el mediodÃa del 2 de mayo, y pese a que habÃa una propuesta de paz del Presidente a mano sobre la mesa, el gobierno de Margaret Thatcher autorizó el hundimiento del General Belgrano con sus 1.093 tripulantes.
A las 15:00 del 2 de mayo de 1982, con olas de 12 m, viento de 120 km/h y temperatura ambiente por debajo de 10 ºC bajo cero, el capitán del HMS Conqueror, Chris Wreford-Brown ordenó zafarrancho de combate y cargar los tubos lanzatorpedos con viejos Mk 8 (considerados más fiables que los nuevos Tigerfish). Cada uno de estos torpedos no guiados cargaba 363 kg de alto explosivo. En ningún momento el grupo de tareas 79.3 se dio cuenta de que el ataque era inminente. Sobre las 16:00, y a corta distancia, Wreford-Brown dio la orden de disparar tres torpedos. Uno de ellos pudo alcanzar al Hipólito Bouchard, pero si asà fue, no explotó. Los otros dos dieron de lleno al General Belgrano. El primero alcanzó la sala de máquinas de popa a las 16:01, abriendo un boquete de 20 m, partiendo la quilla y matando a 272 tripulantes. El segundo dio en la proa, lo que hizo desaparecer 15 m de barco, pero aparentemente sin causar vÃctimas.
El buque estaba perdido. A las 16:24 el capitán Héctor Bonzo ordenó evacuarlo. Su destructor de escolta Piedrabuena se lanzó a la caza del submarino, pero Wreford-Brown se evadió fácilmente de un buque tan antiguo. No obstante, durante los siguientes dÃas habrÃa sucesivos intentos de hundir al HMS Conqueror’’, todos ellos infructuosos. VolverÃa al Reino Unido después de la guerra, ondeando la Jolly Roger (la bandera pirata negra con la calavera y las tibias cruzadas, sÃmbolo de victoria en la Marina Británica desde principios de la Edad Moderna).
323 marinos argentinos perdieron la vida (la mitad del total de muertos argentinos durante el conflicto) como consecuencia del hundimiento del General Belgrano, que no cayó bien en la escena internacional. En muchos paÃses lo consideraron un uso desproporcionado de la fuerza sobre un buque obsoleto, con mucha tripulación a bordo —en buena parte, marinerÃa de recluta— y fuera de la TEZ, reforzando las posturas pacifistas en gobiernos y ciudadanÃa de todo el mundo. No obstante, en el Reino Unido fue ocasión de celebraciones populares y portadas de periódicos como ésta del diario The Sun. Por otro lado, otros medios de prensa, comenzaron a asomar posturas moderadas e incluso contrarias a la guerra, ante tal pérdida de vidas. Hay posturas que consideran al hundimiento del Belgrano como un crimen de guerra ya que este se encontraba fuera de la zona de exclusión impuesta por el Reino Unido en el momento en que fue hundido.
En Buenos Aires hacÃa mucho frÃo, y no sólo por la proximidad del invierno austral. Lo que comenzó como una gran aventura patriótica para recuperar crédito social se estaba convirtiendo rápidamente en un fracaso. Pese a la férrea censura informativa impuesta por la dictadura, el entusiasmo entre las capas populares sensibles a este tipo de acciones se enfriaba tan deprisa como el clima bonaerense. Escasamente un mes después de las celebraciones populares por la recuperación de los archipiélagos, y pese a toda la propaganda, a nadie se escapaba ya que el régimen habÃa lanzado un órdago a una gran potencia, y ésta habÃa aceptado el desafÃo. Para la Junta, devolver los golpes recibidos con un hecho espectacular se convirtió en una prioridad absoluta. Tal hecho no podÃa ser otro que el hundimiento de un gran buque de guerra británico, bajo la capa de una represalia por lo del General Belgrano. Con una guerra a gran escala en marcha, era esencial devolver la esperanza a la gente, hacerles creer en la victoria.
Avión de ataque naval Dassault Super Ãtendard de fabricación francesa.Antes de poner proa a sus puertos, la flota argentina habÃa determinado con bastante precisión el área general de operaciones de los dos grupos de batalla británicos por el procedimiento de detectar sus transmisiones radioelectrónicas. Al alba del 4 de mayo de 1982, un avión de patrulla P-2 Neptune de la Fuerza Aeronaval Argentina (COAN) establece por radar la posición de la Fuerza de Operaciones británica. De inmediato, dos aviones de fabricación francesa Dassault Super Ãtendard de la 2º Escuadrilla parten de RÃo Grande a las 09:45 con un misil Exocet AM.39 cada uno para, tras reabastecerse, realizar un largo vuelo semicircular que les aproxime a los navÃos enemigos. A los mandos, los capitanes Augusto Bedacarratz y Armando Mayora. Tras ellos, un grupo de IAI Daggers para darles cobertura aire-aire y un Learjet en misión de diversión.
HabÃa un problema con los Exocet. Acababan de llegar de Francia y, debido al embargo impuesto por la OTAN contra Argentina, los instructores franceses no se habÃan presentado. Los técnicos de RÃo Grande tenÃan en sus manos armas muy sofisticadas... que no sabÃan cómo usar. Sin embargo, no se descorazonaron e hicieron lo posible por aprender sus secretos leyendo los manuales y desmontando y montando alguna unidad. Cuando finalmente los instalaron a bordo de los Super Ãtendard, no estaban muy seguros de que funcionaran realmente.
Mientras tanto, el Reino Unido prosigue sus operaciones militares. Se ejecuta la segunda serie de bombardeos Black Buck sobre las Malvinas, buscan al submarino San Luis que creen en el área, supervisan desde lejos las operaciones de rescate de la tripulación del General Belgrano y sus aeronaves se aventuran hasta las cercanÃas de las costas argentinas para inspeccionar posibles objetivos pese a que la Junta ha establecido a su vez una zona de exclusión. Es una superpotencia, haciendo la guerra «según el manual». Lejos, en el mar, al este de las Malvinas, los dos portaaviones y sus buques auxiliares actúan de retaguardia avanzada, bien protegidos de cerca por las fragatas con sus misiles de corto alcance Sea Wolf y, a unas 20 mi, por los destructores del tipo 42 (entre los que se hallaba el HMS Sheffield) con sus sofisticados radares y sus misiles de alcance intermedio Sea Dart, apoyados a su vez por la fragata HMS Yarmouth.
A las 10:35, el Neptune realiza un último ascenso a 1,2 km de altitud y ubica un blanco grande y dos pequeños en las coordenadas 52º33'55" Sur, 57º40'55" Oeste. Retransmite la información a Bedacarratz y retorna a base.
A las 10:50 los Super Ãtendards —que venÃan volando sobre la cresta de las olas— realizan un pequeño ascenso a 160 m de altitud para confirmar las coordenadas suministradas por el Neptune, pero no encuentran nada. Bedacarratz decide continuar. Cuarenta km más adelante vuelven a intentarlo y... ¡allà están! Un blanco grande y tres pequeños. Vuelven a su bajÃsimo nivel de vuelo, cargan los datos en las guÃas de los AM.39 Exocet y los disparan a las 11:04. Tras hacerlo, dan la vuelta para retornar a RÃo Grande. El lanzamiento se ha realizado a muy baja altitud, con misiles montados sin asistencia del fabricante y justo en el lÃmite de alcance nominal de los Exocet: casi 50 km. Por estos motivos, durante el regreso Bedacarratz y Mayora dudan de que la compleja misión haya servido de algo.
Aun hoy, los sucesos siguientes son motivo de disputa. Lo único seguro es que a las 11:07 del 4 de mayo de 1982 uno de los dos misiles Exocet alcanzó en el mismo centro al destructor HMS Sheffield, el buque más moderno de la Royal Navy. Unas fuentes dicen que la cabeza de guerra no estalló, y lo que se produjo fue un incendio causado por los gases de la combustión del Exocet que se extendió rápidamente. El capitán del Sheffield, en cambio, asegura que el misil sà explotó, destruyendo el centro de operaciones y el de ingenierÃa. Sea como fuere, a los pocos segundos el moderno destructor estaba en llamas. 22 hombres murieron y otros 24 resultaron gravemente heridos, entre ellos el jefe de informática que trataba infructuosamente de poner de nuevo en marcha las computadoras.
La razón por la que el HMS Sheffield y la cercana fragata HMS Yarmouth no detectaron la presencia del Exocet hasta que un marino del primero lo vio acercarse, 4 segundos antes del impacto, permanece oculta. Una versión dice que en ese momento se estaban realizando retransmisiones satelitales que requerÃan tener el radar apagado. Otra, que los ordenadores lo identificaron como un proyectil amigo debido a su origen francés. Aún una más afirma que la tripulación de los buques británicos se hallaba demasiado confiada, con la alerta muy relajada. Todo ello resulta incomprensible, puesto que los británicos llevaban toda la mañana detectando las transmisiones del Neptune e incluso habÃa ya una patrulla de Harriers en el aire para interceptarlo. Quizás el Exocet sólo hizo aquello para lo que está fabricado: acercarse subrepticiamente a un buque de alta tecnologÃa y hundirlo sin previo aviso.
Más controvertido aún es qué le ocurrió al segundo Exocet. La versión generalizada es que falló su blanco y se perdió. Sin embargo, marinos a bordo de la Yarmouth aseguran que lo vieron pasar delante de sus ojos. La poca actividad que el portaaviones HMS Hermes desplegó en la guerra a partir de ese momento ha hecho pensar a algunos que quizás el segundo Exocet sà atinara al «blanco grande» de los radares.
Rápidamente, varios buques acudieron en ayuda del HMS Sheffield. Evacuaron a los supervivientes y lograron controlar el incendio. No obstante, el buque estaba a la deriva, ya perdido. Intentaron remolcarlo de vuelta al Reino Unido, pero se hundió de camino.
Saldo de la batalla Pérdidas argentinas Pérdidas británicas
• Ninguna. • Destructor HMS Sheffield hundido.
Bajas humanas
• Ninguna. • 20 muertos y 24 heridos graves.
La noticia dio la vuelta al mundo. La «soldadesca tercermundista» de que hablaba la prensa londinense —unos con desprecio, otros con lástima— acababa de abatir al buque más moderno de la flota británica. El frÃo se extendió ahora por Whitehall, pese a que en el Hemisferio Norte brillaba la primavera. Fue un severÃsimo golpe al prestigio británico ante las naciones, que reavivó las celebraciones patrióticas en Argentina, donde Bedacarratz y Mayora fueron recibidos como héroes, y dio un balón de oxÃgeno a la Junta. El «asunto de las Malvinas» se convirtió de pronto en la «crisis de las Malvinas». El Exocet se hizo famoso entre el público de todos los paÃses, asistentes por primera vez a una guerra aeronaval basada en el uso de misiles. Con la mayor discreción posible, el almirante Fieldhouse alejó sus unidades de la costa tanto como le fue posible. Lo cual significaba un grave problema, porque su propósito era exactamente el contrario: dominar las aguas alrededor de las islas Malvinas y reconquistarlas.
Tambores de guerra en los mares de las ballenas
Ya conscientes de que se enfrentaban a un oponente muy peligroso, a partir del dÃa 10 numerosos buques de guerra y apoyo británicos salieron del Reino Unido para reforzar a la Fuerza de Operaciones de este paÃs y ayudar al desembarco previsto en las islas Malvinas a finales del mes. Por su parte, Argentina tuvo que mantenerse generalmente a la expectativa, sobre todo tratando de reforzar la guarnición en el archipiélago y garantizar la seguridad de las comunicaciones con el continente. El dÃa 15 hubo que retirar del servicio los aviones de reconocimiento Neptune por su antigüedad y por falta de piezas de repuesto, lo que dejó a la nación austral sin «ojos» más allá de las Malvinas. En general, el Reino Unido se preparaba para la reconquista y Argentina esperaba a que lo intentasen. Se sugirieron varios planes de paz, pero o un bando u otro se negaban a aceptarlos por diversas razones. Quedó claro que la resolución del conflicto serÃa violenta.
Este periodo de preparativos, que se extenderÃa hasta el 21 de mayo, estuvo salpicado de cautas acciones aeronavales. Tras la experiencia del HMS Sheffield, el almirante Fieldhouse no se sentÃa tentado a aproximar sus buques más valiosos a las Malvinas; serán las fragatas quienes pechen con la peligrosa tarea de permanecer en aguas malvinenses para denegárselas a Argentina en la medida de lo posible y dar apoyo a los aviones que operan en el área.
Se suceden varios incidentes, en los que ambas partes pierden aviones y Argentina, algunos barcos pequeños de transporte, carga y reconocimiento. Las unidades británicas incrementan nÃtidamente su nivel de agresividad, llegando a atacar en al menos dos ocasiones las embarcaciones y aeronaves de salvamento argentinas en contra de los principios más elementales del Derecho Internacional.
El dÃa 12, aviones A-4 Skyhawk argentinos intentan destruir con bombas al HMS Glasgow y el HMS Brilliant, que se encuentran bombardeando Puerto Argentino. El ataque resulta un fracaso, con la pérdida de 4 aviones (uno de ellos por fuego amigo). Pese a ello, el Glasgow recibe el impacto de una bomba que no llega a estallar, pero le causa suficientes daños como para obligarle a volver al Reino Unido.
El 14, una operación de comandos SAS en isla Borbón (Peeble Island) apoyada por el HMS Hermes, el HMS Broadsword y el HMS Glamorgan obtiene un resonante éxito los 11 aviones allà estacionados. Esta operación marca el inicio de la escalada de la actividad militar británica. Los bombardeos costeros se hacen más intensos. Los argentinos comprenden que la invasión es inminente y se preparan para la defensa.
Un extraño incidente que puso en evidencia la cooperación chilena con el Reino Unido salió a la luz el dÃa 18. Al amanecer, se descubrieron los restos de un helicóptero británico Sea King (ZA-290) abandonado y destruido por sus ocupantes cerca de Punta Arenas, Chile. Desde el lado argentino se argumentó que este helicóptero procedÃa del paÃs andino, pero en la actualidad sabemos que se trataba del compás de apertura de la Operación Mikado. La operación Mikado era una acción prácticamente suicida, a cargo del escuadrón B del SAS, encaminada a destruir los aviones Super Ãtendard y los misiles Exocet de la 2ª Escuadrilla en RÃo Grande. A partir de la destrucción del HMS Sheffield, ubicar y eliminar estos peligrosÃsimos misiles se convirtió en una prioridad tan alta para el Almirantazgo Británico que justificaba cualquier clase de sacrificio. Visión que no compartÃan los hombres que de hecho iban a sacrificarse, comandos veteranos y corajudos pero que comprendÃan que se les estaba mandando a la muerte.
No obstante, órdenes son órdenes y a las 00:15 del 18 de mayo el teniente Hutchings —asignado al HMS Hermes— despegó del HMS Invincible con su helicóptero Sea King ZA-290 y un grupo de 9 soldados de élite. Su misión era insertarlos en las proximidades de la base de RÃo Grande, donde estaban los Super Ãtendards con sus Exocets, para observar sus movimientos y preparar la llegada de dos transportes con 50 comandos que destruirÃan esta base esencial para Argentina. Después serÃan evacuados o huirÃan hacia Chile, donde la dictadura de Augusto Pinochet habÃa garantizado en secreto apoyo para ser evacuados. Ya dÃas antes habÃa llegado a Chile un cierto capitán Andrew H. bajo cobertura diplomática, para realizar un reconocimiento preliminar. Sus movimientos no fueron restringidos en ningún momento. Reagan habÃa advertido a Thatcher que una operación asà en territorio continental argentino podÃa involucrar en la guerra a otros paÃses del TIAR, como Perú y Venezuela, pero evidentemente el gobierno británico optó por ignorar esta consideración y las objeciones de sus propias unidades de comandos.
Tal y como temÃan éstos, el ZA-290 fue detectado por radares argentinos y el teniente Hutchings decidió cancelar la operación y dirigirse directamente a Chile. Sin combustible, tomarÃa tierra en la playa de Agua Fresca, ya en territorio chileno. Fue abandonado y destruido por sus ocupantes, pero lo cierto es que éstos retornaron al Reino Unido por vuelo regular y sin ningún problema, lo que confirmarÃa la implicación chilena en el conflicto del lado británico (oficialmente, «se rindieron a las autoridades chilenas», pero en ningún momento se les trató como a prisioneros de guerra, sino como a combatientes aliados). El general chileno Fernando Matthei confirmó en una entrevista concedida al Centro de Investigación y documentación de la Universidad Finis Terrae en 1999 que durante toda la guerra existió una constante cooperación al más alto nivel con el Reino Unido pues «temÃan ser los siguientes». Poco antes, Margaret Thatcher también lo harÃa público para defender a Pinochet durante su detención en el Reino Unido. El helicóptero de apoyo, otro Sea King con matrÃcula ZA-292, retornó al HMS Invincible. La Operación Mikado fue cancelada y el Almirantazgo prosiguió con sus planes de reconquista bajo la amenaza de los Exocet.
En efecto, este mismo dÃa 18 el gobierno británico da al almirante Woodward luz verde para un desembarco en la costa este del Estrecho de San Carlos, que separa las dos islas Malvinas mayores. Una operación arriesgada que obligará a los buques a entrar en un estrecho rodeado de montes; el lugar perfecto para sufrir ataques a baja cota por parte de la aviación argentina.
Sin duda, Woodward y Clapp esperaban alguna clase de reacción argentina. Para lo que no estaban preparados, según demostraron los acontecimientos, fue para las furiosas oleadas de ataques aéreos que les llovieron encima durante las siguientes cinco horas.
Tras un primer ataque sin consecuencias a cargo de dos Dagger a las 10.25 le siguieron cinco minutos después dos escuadrillas de tres Dagger cada una. Con sus cañones y bombas dañaron severamente a la fragata HMS Broadsword y dejaron fuera de servicio (con una bomba sin explotar a bordo) al destructor HMS Antrim, perdiendo un avión por un misil Sea Cat de la Plymouth.
Casi simultáneamente cinco A-4B Skyhawk del Grupo 5 de Caza se lanzaron sobre la Argonaut’’, dañándola gravemente con dos bombas de media tonelada que no explotaron. Una hora más tarde dos A-4B se internaron en el estrecho, bombardeando el numeral por error el casco varado del RÃo Carcarañá mientras que el lÃder atacaba sin consecuencias a la fragata Ardent. Al mismo tiempo cuatro A-4C del Grupo 4 de Caza eran interceptados por una PAC, que derribó con sus Sidewinder a dos de ellos: ambos pilotos perdieron la vida. Se produjo entonces una tregua que finalizó abruptamente a las 14.40. Tres Dagger (un cuarto avión habÃa sido derribado por un Sea Harrier poco antes sin que sus compañeros lo notaran) descubrieron a la Ardent que navegaba rumbo al norte y la alcanzaron con dos bombas, una de las cuales explotó destruyendo el helicóptero Lynx y el lanzador de Sea Cat y matando a cuatro hombres. Cinco minutos después otros tres Dagger atacaron con fuego de cañón a la fragata Brilliant, produciendo algunos heridos y daños menores: sin embargo, poco después la siguiente escuadrilla de Dagger fue aniquilada sobre la Gran Malvina por los Sea Harrier, aunque felizmente los tres pilotos pudieron eyectarse. Finalmente, a las 15.10 tres A-4Q Skyhawk de la 3° Escuadrilla de la aviación naval hicieron su aparición y descubrieron a la maltrecha Ardent, que intentaba desesperadamente reunirse al grueso británico. De inmediato la atacaron, alcanzándola con varias bombas de caÃda retardada Snakeye de 227 kg. La formación argentina fue inmediatamente interceptada por una PAC, que derribó a dos aviones y averió a un tercero de tal forma que el piloto debió eyectarse sobre Puerto Stanley ante la imposibilidad de aterrizar. Sin embargo, dicho ataque habÃa firmado la sentencia de muerte de la Ardent: con 22 muertos y 37 heridos a bordo, los incendios avanzando inexorablemente y el agua de mar penetrando por un gran rumbo en la lÃnea de flotación, sólo quedaba una decisión por tomar. La fragata Yarmouth se colocó junto a la Ardent y procedió a evacuar a los heridos y al resto de la tripulación. Después de arder durante horas, el barco se hundió a las dos de la madrugada del dÃa siguiente.
Mientras tanto, los buques de desembarco dentro de la bahÃa de San Carlos han seguido llevando unidades a tierra. Desembarcan los carros de combate de The Blues and the Royals y las cuatro baterÃas de 105 mm del 29º Comando y del 4º Regimiento. Los supervivientes de la Ardent son transportados al transatlántico Canberra. El desembarco ha sido un éxito. Pero a un precio elevadÃsimo.
Tierra, agua, aire y fuego
En tierra, el desembarco de BahÃa San Carlos proseguÃa incontenible. Durante los dÃas 22 y 23 las tropas inglesas aseguraron numerosos puntos tácticos esenciales y acumularon grandes cantidades de armas y suministros llegados por vÃa marÃtima. La fragata HMS Antelope sustituyó a la Ardent. Numerosos buques logÃsticos, entre ellos el carguero MV Atlantic Conveyor pusieron proa al Estrecho de San Carlos para verter más y más hombres y material. El general Julian Thompson —jefe de las fuerzas terrestres británicas— estableció oficialmente su cuartel general en San Carlos, donde ondea ya la bandera Union Jack. Pese a las terribles pérdidas sufridas el dÃa 21, el desembarco ha sido un éxito. Nadie cree que, con todas estas medidas, la aviación argentina aparezca de nuevo en el Estrecho de San Carlos.
No obstante, a mediodÃa del 23 se detectan aviones argentinos al sur del Estrecho. Reciben fuego antiaéreo de la Antelope y la Broadsword, ahuyentándolos. Pero los británicos desconocen que esta pequeña incursión forma parte en realidad de una doble oleada de 12 Daggers y 6 Skyhawks que no han detectado y cuyo primer escalón resultó fallido. La aviación argentina ha vuelto.
De pronto, tres A-4B Skyhawk reaparecen por el norte a gran velocidad y muy baja altitud. Esta vez, las fuerzas británicas reaccionan de inmediato produciendo una densa cortina de fuego antiaéreo. El avión lÃder es alcanzado enseguida, y su piloto el capitán Carballo logra desaparecer tras los montes para volver al continente. Sin embargo, de manera suicida los dos aparatos restantes prosiguen el ataque mientras los misiles y las trazadoras les envuelven. Se encaran directamente hacia la recién llegada HMS Antelope. El alférez Hugo Gómez lanza su bomba Mk.17 de 500 kg que alcanza a la fragata, sin explotar, y consigue escabullirse. El primer teniente Luciano Guadagnini lanza a su vez y es inmediatamente alcanzado bajo el ala derecha: el avión de Guadagnini se desintegra contra el mástil de la Antelopey un instante después su bomba alcanza al barco sin explotar. La Antelope ha quedado fuera de combate. Con dos bombas sin explotar a bordo y un incendio controlado, los británicos deciden evacuar la fragata excepto por el personal esencial para desactivaciones y control de daños. En la noche del 23 al 24, y mientras el personal de desactivación intentaba desactivar una de las bombas, ésta estalla y el incendio consiguiente alcanza un pañol de Sea Cat: la Antelope se ve conmovida por una terrible explosión. Partida en dos, se hundirá en la mañana del 24.
El avión de despegue y aterrizaje vertical o corto (VSTOL) Sea Harrier, protagonista británico de las batallas aéreas en los cielos malvinenses.No hay tregua. La aviación argentina golpea una y otra vez a las fuerzas navales de desembarco, pese a que los británicos les están esperando y pierden cada vez más y más aviones. No obstante, son alcanzados los buques de desembarco HMS Sir Galahad y Sir Lancelot. Los ataques del dÃa 24 se cobran tres Dagger y un Skyhawk, todos ellos abatidos por Sea Harriers sin sufrir ninguna pérdida propia.
El dÃa 25 es la fiesta nacional argentina. Todo el mundo, en ambos bandos, sabe que habrá acción y están en alerta máxima. En efecto, desde primera hora de la mañana comienzan los raids argentinos bajo fuerte presión aérea y antiaérea enemiga. A las 8:37, el primer Skyhawk cae en la trampa misilÃstica del destructor HMS Coventry’’, de la misma clase del malhadado Sheffield. En torno al mediodÃa se produce otro ataque sobre las fuerzas de desembarco en el Estrecho de San Carlos: un Skyhawk es derribado por un misil Rapier disparado desde tierra y otro cae a manos del Coventry. Es la segunda victoria del dÃa para este moderno destructor, pero son justamente dichos éxitos los que sellan su destino: la Fuerza Aérea Argentina se decide a eliminar a la "rtrampa 42/22" a cualquier precio.
Un ataque de cuatro Skyhawks cae a las 15:20 sobre el destructor Coventry y la fragata Broadsword. La Broadsword es severamente dañada en popa y su helicóptero Lynx resulta destruido, pero sobrevive. El Coventry’’, en cambio, recibe el impacto directo de tres bombas que matan a 19 hombres. Ningún avión atacante resulta abatido. El destructor está perdido, ha de evacuarse de inmediato. En media hora, da la voltereta y se hunde.
Imagen:Skyhawk vs coventry.jpg
Esta fotografÃa fue tomada segundos antes de que dos aviones A-4C de la Fuerza Aérea Argentina atacara al destructor "Coventry"; en la imagen puede apreciarse la gran habilidad de los pilotos argentinos que debÃan volar a pocos metros del nivel del mar para lograr no ser detectados por los radares ingleses.El Almirantazgo británico se pone nervioso. HabÃan considerado lo del Sheffield un error táctico puntual, algo que no se repetirÃa. Ahora, ya son cuatro los buques de guerra británicos de primera lÃnea que se oxidan en el fondo de los mares malvinenses, mientras otra decena se las arregla como puede con sus daños. No era lo previsto en absoluto. Deciden acelerar las operaciones terrestres. Empieza a husmearse en el aire el deseo de terminar lo antes posible con este «oscuro incidente colonial» que se ha convertido en una guerra de verdad.
Golpes entre los hielos
El dÃa 30 se produce la operación más importante de la Fuerza Aérea Argentina cuyo saldo, pese a los éxitos de los dÃas precedentes, es confuso. SabÃan que el almirante Woodward habÃa retirado sus buques tan hacia el este como le fue posible sin dejar desprotegidas a sus fuerzas en las Malvinas, y también sabÃan que con 3.800 británicos ya desembarcados y sus fuerzas embolsadas sólo una serie de golpes devastadores podÃan evitar la derrota. En particular, era de esencial importancia detener las patrullas de Harriers, que se venÃan demostrando abiertamente superiores en combate aéreo a cualquier cosa que la fuerza aérea y aeronaval argentina pudiera oponerles. Por arriesgado que fuera, habÃa que atacar a los portaaviones. Al mismÃsimo corazón de la flota británica. Durante los dÃas anteriores se habÃa establecido firmemente la posición del HMS Invincible en 51°38'S 53°38'W. SerÃa, pues, el Invincible.
El portaaviones británico HMS Invincible visto desde el USS George Washington en 1998.En la mañana del dÃa 30 despegaron de RÃo Grande cuatro Skyhawks con bombas de 250 kg retardadas por paracaÃdas —para evitar los fallos de detonación que impidieron la destrucción de grandes objetivos los dÃas anteriores— y dos Super Ãtendards, uno de los cuales transportaba el último Exocet AM.39 aire-superficie de Argentina.
Tras reabastecerse en vuelo, atacaron desde el sur. El primero en disparar fue un Super Ãtendard, lanzando su Exocet contra un blanco de gran tamaño nÃtidamente detectado en su radar. Cumplida su misión, los Super Ãtendards se dieron la vuelta para retornar a base. Sin más Exocets disponibles, su papel en la guerra habÃa finalizado.
Los Skyhawks, en cambio, utilizaron la estela del Exocet para guiarse hacia el blanco. De pronto, observaron «una gran columna de humo negro en el horizonte». El Exocet, una vez más, habÃa alcanzado a algo. Pero al mismo tiempo habÃa puesto en alerta al portaaviones y su escolta, la fragata HMS Avenger. Cuando los pilotos argentinos llegaron, se encontraron con densas capas de humos negros y neblinas blancas generadas por los dos buques para ocultarse, por lo que no pudieron evaluar qué clase de daños habÃa ocasionado el Exocet (según la versión británica fue detectado aproximándose y destruido con un disparo DP de 114 mm, pero parece bastante improbable que un disparo de 114 mm intercepte a un ágil misil antibuque). También se encontraron con algo más: una densa barrera de fuego antiaéreo. Cuando ya tenÃan claramente al HMS Invincible en las miras, un misil Sea Dart derribó al avión lÃder y el fuego antiaéreo al del 1er teniente Omar J. Castillo, tan cerca que uno de sus motores cayó sobre el ascensor de aeronaves del portaaviones produciendo un pequeño incendio. Ambos pilotos resultaron muertos.
Pero los otros dos lograron lanzar sus bombas y escapar del área a gran velocidad, perseguidos por misiles y balas. Echaron un último vistazo a su blanco desde lejos, y aseguran haberlo visto envuelto en «un humo denso y negro». Sin embargo, la versión británica de la historia tampoco está de acuerdo. Asegura que los pilotos argentinos, entre tantas neblinas, confundieron al Invincible con la Avenger y sus bombas fueron a parar al mar. Lo único cierto es que el HMS Invincible tardarÃa dos meses en regresar a puerto después de la guerra, y cuando lo hizo llevaba un gran rectángulo recién pintado en el lateral atacado.
Ese mismo dÃa, ocurrió un incidente en tierra que demostró el coraje del personal de cuadros del Ejército Argentino. Durante las operaciones preliminares de reconocimiento para el avance hacia Puerto Stanley, 19 hombres de la Brigada de Comandos 3 al mando del capitán Rod Boswell apoyado por un helicóptero Sea King entraron en contacto con la 1ra Sección de Asalto a cargo del capitán Jose Vercesi de la CompañÃa de Comandos 602 establecida en el llamado Caserón de Top Malo. Durante el combate murieron el teniente Ernesto Espinoza y el sargento primero Mateo Sbert. El primer soldado británico herido en combate fue uno al que le destrozó la bazuca con un fusil Magnum 300 con mira telescópica nocturna el teniente Espinoza (que era tirador especial). Pero después el teniente recibió un impacto de lanzacohete descartable y estalló, por los explosivos y las granadas que llevaba en su equipo. La casa se incendió y los comandos argentinos salieron combatiendo. El teniente primero Horacio Losito salió herido de la casa, tenÃa incrustada una esquirla en la cabeza y buscó cubrirse. Pero antes recibió otro disparo en el muslo.
Los comandos argentinos estaban equipados con munición perforante, es decir, mortal. Losito tomó cubierta en una zanja, donde por la pérdida de sangre comenzó a sentir que sus fuerzas se estaban acabando. Vio cómo dos soldados británicos se acercaron a él disparando sus pistolas ametralladoras. Apuntó a uno y le colocó un tiro. Cuando quiso apuntarle al otro, perdió fuerzas, se le nubló la vista y no pudo disparar su fusil FAL. Todo eso sucedió en cuarenta minutos. Acto seguido fue tomado prisionero y atendido de sus heridas por los soldados británicos. Dos argentinos resultaron muertos, seis heridos y los últimos cinco cayeron prisioneros. los británicos sufrieron cuatro bajas.
Entre el 29 y 31 de mayo se producen violentos combates sobre las laderas del monte Kent. Los jefes de las CompañÃas de Comandos 601 y 602 planeaban una operación para ocupar colinas más o menos sobre la lÃnea del monte Kent. Los mayores Mario Castagneto y Aldo Rico iban a llevar a las dos compañÃas de comandos a «enterrarlas» para después tomar a los helicópteros británicos por sorpresa. Sacaron cinco patrullas el 29 de mayo, al otro dÃa iba a sumarse el Escuadrón de Fuerzas Especiales 601 de la GendarmerÃa Nacional a órdenes del mayor José Spadaro. Pero al dÃa siguiente los helicópteros ya no podÃan salir por las alertas aéreas. Sólo lo hizo un Puma, con 17 comandos de la GendarmerÃa, pero fue alcanzado por fuego terrestre (posiblemente propio) y murieron 6 gendarmes.
El capitan Tomas Fernandez envio una partida a explorar el camino hacia el cima del monte llamado Bluff Cove Peak, pero en la primera loma al subir la aburpta ladera cayeron en una emboascada. Alli cayeron inmediateamente las boinas verdes Ruben Eduardo Marquez y Oscar Humberto Blas. El golpe devastador era obra de los comandos britanicos (SAS) del mayor Cedric Delves. Ambos comandos son abatidos por el fuego automático del enemigo, pero permiten al resto de la patrulla de la 602 replegarse. Por su conducta ambos recibieron la más alta condecoración militar argentina. Aqui se reproduce un fragmento del Informe Oficial del Ejército Argentino referido a la "Cruz al Heroico Valor en Combate" otorgada al teniente primero Rubén Márquez, que se pone al frente de la 2da Sección, seguido a corta distancia por el sargento primero Oscar Blas.
"Oponerse a una fracción enemiga superior en número en ocasión en que integraba una patrulla de exploración que operaba en una zona ocupada por el enemigo. Alertar con su acción a sus camaradas y combatir hasta lograr que éstos se replegaran, ofrendando su vida en esta acción."
Ambos comandos son muertos por el fuego automático del enemigo, pero permiten al resto de la patrulla de la 602 replegarse. Por su conducta ambos recibieron la más alta condecoración argentina la "Cruz al Heroico Valor en Combate".
Despues de la emboscada en la cima del Bluff Cove Peak, el capitan Fernandez y los sobrevivientes cambiaron disparos con el enemigo apostado en las alturas y huyeron hacia un canon y encontraron unas cuevas donde ocultarse. Permanecieron alli durante varias horas, obsevando a los comandos britanicos que pasaban por un camino en la ladera frente a ellos.
Las patrullas del SAS sufren cuatros heridos graves, mientras que causan a los comandos argentinos ocho muertos y nueve heridos.
El 1° de junio, 5.000 hombres de la Brigada de InfanterÃa 5, de los gurkhas y de la Guardia Galesa y Escocesa más desembarcan en San Carlos, donde se sospecha que ya opera una pista para Harriers. Ahora las fuerzas terrestres están casi igualadas en número. Un misil Roland de fabricación francesa abate desde Puerto Stanley al penúltimo avión que los ingleses perderán en la guerra, un Sea Harrier FRS.1.
Ahora hay avanzadillas británicas a 20 km de Puerto Stanley y el Batallón 42 de Comandos ha tomado los montes Kent y Challenger, donde se empiezan a acumular sus fuerzas en medio de un tiempo espantoso. Ahora, los buques, la artillerÃa y los aviones británicos bombardean casi constantemente las posiciones argentinas. En estas circunstancias debe destacarse la valerosa actitud del capitán Carlos López Patterson, quien bajó el fuego enemigo, recorre las posiciones en el cerro Dos Hermanas, asistiendo moralmente al personal.
En esas recorridas, una cosa que siempre me emocionaba era que, mientras saludaba al subteniente Llambias Pravaz, los soldados de esa sección aplaudÃan y vitoreaban. Debe de ser porque notaban que les reconocÃa el valor que estaban adquiriendo en ese lugar. Porque estaban muy solos, esperando al enemigo, sólo ellos y sus almas. O, tal vez, porque al ver al jefe que va a decirles dos palabras - gesto fraternal de una persona joven hacia otras personas jóvenes - sentÃan revivir sus ganas de pelear. Un dÃa, se me acerco un chico y me dijo "Ya que nos ha tocado bailar en ésta, vamos a hacerlo bien. Vamos a apoyar al subteniente que esta enfermo y sigue igual con nosotros. Tenemos que ayudar al que se le congelen los pies, o al que se asuste. Porque de aquà salimos todos o no sale ninguno." ¿Qué podÃa contestarle? (HECTOR SIMEONI, Malvinas: Contrahistoria, páginas 100/101, Editorial Inédita, 1984)
Como jefe de la CompañÃa B del Regimiento de InfanterÃa 6 "General Viamonte", el mayor Oscar Ramón Jaimet habla de sus subordinados de ese entonces.
Allá, todo el mundo ha compartido los mismos riesgos, las mismas privaciones y las mismas actividades, además del mismo frÃo y los mismos pozos que se llenaban de agua. Ha habido una tendencia a crear diferencias - o hacer creerlas- entre la vida que desarrollaba el oficial, el suboficial y el soldado. Mis jefes de sección (los subtenientes Aldo Franco, Augusto La Madrid, Guillermo Robredo y Guillermo Corbella) dormÃan con los soldados. Yo dormÃa con los soldados en la posición. (Malvinas: Contrahistoria, página 84)
Numerosos soldados conscriptos rescatan y valoran con objetividad la tarea de los cuadros en Malvinas. Rubén Gaetan integró la CompañÃa de Ingenieros de Combate 601 durante la contienda.
Mi jefe inmediato era el cabo Domingo Villarreal que nos dirigÃa con eficiencia y camaraderÃa. Pero mi mejor recuerdo lo tiene el cabo primero Miguel Galarza, un soldado profesional y todo un ejemplo de hombre. Nos cuidaba como un padre. Basta este ejemplo. En los primeros dÃas de junio, durante una madrugada en que soportamos un intenso cañoneo naval y ataque de artillerÃa enemiga, como los proyectiles caÃan directamente sobre nuestras posiciones, Galarza nos hizo retirar a sitios más seguros. Villarreal y el teniente Horacio Blanco se quedaron donde nosotros estábamos. Recuerdo que me pidió mi FAP y me entrego su FAL. Aquel cañoneo fue salvaje y Galarza y sus compañeros terminaron también retirándose y llegaron hasta nosotros. Menos mal que fue asÃ. Cuando le pregunte por mi arma, me dijo que la habÃa perdido al regresar. Un proyectil habÃa dado de lleno donde ellos estaban un rato antes. En el y los que se quedaron a su lado sentÃa la protección del soldado profesional hacia nosotros, humildes conscriptos y desde luego, el inmenso valor que tales oficiales y suboficiales demostraron. (Asà peleamos, página 154)
Sobre el aprovisionamiento de aquellos dÃas, Julio Lago (soldado ranchero del Regimiento 7 "Coronel Conde") muestra su particular visión.
De entrada hacÃamos tres comidas por dÃa, después se hicieron dos y al final, una. Te levantabas a las cuatro de la mañana y preparabas un mate cocido; después ya entrabas con la comida que se repartÃa a mediodÃa, otra más que se repartÃa tipo cuatro, cinco de la tarde, y a preparar todo para el otro dÃa. Y asà era continuamente. El problema era que amanecÃa a las diez de la mañana o a las nueve, y oscurecÃa a las tres y media. Con el toque de queda no se podÃa circular de noche, o sea, no habÃa tiempo para andar repartiendo la comida.
Continuando con esta lÃnea de pensamiento el soldado conscripto clase 63 Francisco Montenegro del Regimiento de InfanterÃa 1 "Patricios" explica su modo de analizar la realidad.
Por supuesto que el aprovisionamiento era deficiente, por una razón muy sencilla, era el aprovisionamiento en condiciones de guerra, el terreno no permitÃa el desplazamiento de un jeep remolcando una cocina de campana, sin hablar del continuo acecho del enemigo. No hay guerra en la que el soldado no haya pasado hambre y frÃo, eso es parte del negocio. (Asà Peleamos, página 216).
El 3 de junio un ataque de los Black Buck destruye un director de fuego Skyguard. Esa noche una nueva misión de exploración a cargo de una patrulla al mando del teniente primero Jorge Vizoso Posse de la 602 detecta escasa presencia enemiga en monte Challenger lo cual ofrece un flanco favorable para atacar la artillerÃa enemiga, aunque la ocasión es desaprovechada por los responsables de la defensa. Durante la noche del 4/5 de junio el radar Rasit del Regimiento 7 en monte Longdon detecta el movimiento de tres tiradores especiales del 3 PARA, abriéndose el fuego hacia ese personal con morteros y artillerÃa. Dichos paracaidistas se repliegan como consecuencia del fuego recibido.
El 5 de junio la 3ra Sección de la 602 a cargo del capitán Andres Ferrero al cual acompaña el mayor Aldo Rico logra desalojar del monte Wall al pelotón a cargo del teniente Tony Hornby del Batallón de Comandos 42, con el apoyo coordinado de fuego del Grupo de ArtillerÃa 3 aunque deben abandonar la posición pocas horas más tarde para no quedar atrapados en el dispositivo enemigo. El 6 de junio la 2da Sección de la 601 liderada por el capitán Ruben Figueroa se propone tender una emboscada en el puente sobre el Rio Murell a elementos avanzados del 3 PARA, sorprendidos desde una elevación rocosa por dos patrullas al mando de los cabos Haddon y Brown y luego de un providencial intercambio de disparos sufren un herido pero logran poner en fuga a 30 paracaidistas británicos capturando equipos de comunicaciones, claves y material. (Véase la versión británica PETER HARCLERODE, PARA!: Fifty Years of The Parachute Regiment, páginas 344-345, Arms and Armour Press, 1993) Mientras tanto el Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas aprobó la resolución 505, que designa mediador a Pérez de Cuéllar. El dÃa 5, EE.UU. y el Reino Unido vetan un nuevo proyecto de alto el fuego.
Para el general Moore, ahora comandante de las fuerzas terrestres británicas, la «crisis de las Malvinas» está prácticamente resuelta. El cerco sobre Puerto Stanley ya se halla casi cerrado. Tan sólo deben desembarcar unas unidades de la Guardia Galesa y Escocesa en Fitzroy y BahÃa Agradable, directamente al sur de la capital malvinense. Junto con ellos llegan numerosas piezas de mortero y antiaéreos Rapier.
La Brigada 5 británica habÃa recibido la misión de abrir un nuevo frente al sudoeste de Puerto Stanley, y el 2 de junio el único helicóptero Chinook que habÃa sobrevivido al hundimiento del Atlantic Conveyor depositó en dos vuelos 156 soldados del Batallón 2 de Paracaidistas en Fitzroy. Este contingente fue reforzado en la noche del 5 de junio por Guardias Escoceses transportados por los cuatro LCU del Intrepid: la travesÃa no careció de imprevistos, y sólo a último momento se evitó que el destructor HMS Cardiff atacara por error al pequeño convoy (el ansioso capitán del Cardiff habÃa derribado una hora antes con un Sea Dart un helicóptero desconocido, que finalmente resultó ser un Gazelle propio: los cuatro tripulantes murieron). A la noche siguiente el procedimiento fue repetido por el Fearless con los Guardias Galeses a bordo, pero la imposibilidad de desembarcarlos a todos motivó el regreso del buque a San Carlos para evitar ser sorprendido por las luces del dÃa fuera del fondeadero: a fin de no volver a arriesgar las preciosas naves de desembarco se decidió entonces que el Sir Galahad transportarÃa a los trescientos soldados restantes a Fitzroy, acompañado por el Sir Tristram cargado de munición y abastecimientos.
La actividad de la aviación argentina durante las dos semanas anteriores habÃa sido relativamente débil y, cuando a las siete de la mañana del 8 de junio el Sir Galahad ancló en Fitzroy, nadie previó la tragedia que pronto se desencadenarÃa. Los Guardias Galeses, que debÃan reunirse con las dos compañÃas restantes en BahÃa Agradable, se negaron a realizar la marcha a pie e insistieron en permanecer en el buque hasta que éste los depositara en su destino final: con esta decisión sellaron su suerte. Sucedió entonces lo inevitable. A las 13:50 cinco A-4B Skyhawk se abalanzaron sobre las naves británicas, alcanzando al Sir Galahad con tres bombas y al Sir Tristram con dos: 51 hombres murieron y alrededor de 150 resultaron heridos, muchos de ellos con espantosas quemaduras. Este ataque coincidió con el de cinco Dagger contra la fragata HMS Plymouth en la boca norte del estrecho de San Carlos: si bien el objetivo de la formación era Fitzroy, en una decisión comprensible pero cuestionable los pilotos atacaron al buque de guerra, alcanzándolo con cuatro bombas que no explotaron y provocando un grave incendio. Una segunda oleada de Skyhawks perdió tres aviones al ser interceptada por una patrulla de Sea Harrier, aunque pudo hundir antes a la lancha de desembarco Foxtrot 4 (los seis tripulantes murieron) cuando ésta intentaba alcanzar San Carlos. Asà concluyó el que ha sido llamado con justicia «el dÃa más negro de la flota».
Dos dÃas más tarde la 602 reagrupando todos sus efectivos disponibles al mando del mayor Rico se moviliza por tierra hasta las cercanÃas del RÃo Murrell colocándose a 700 m del cerro Dos Hermanas junto al Escuadrón de Fuerzas Especiales 601 de la GendarmerÃa Nacional utilizando nuevamente el apoyo de fuego coordinado del Grupo de ArtillerÃa 3 desde Puerto Stanley. La acción resulta en un áspero combate con 50 hombres a cargo del teniente David Stewart del Batallón de Comandos 45 cuyo balance arroja dos muertos de éstos últimos, confirmadas, a manos del teniente primero Vizoso Posse a pesar de encontrarse seriamente herido y la muerte del sargento Mario Cisneros. (Véase la versión británica BRUCE QUARRIE, The Worlds Elite Forces, páginas 53-54, Octopus Books Limited, 1985)
El 11 de junio llega el Papa Juan Pablo II a Buenos Aires para «orar por la paz». Es recibido por manifestaciones multitudinarias y enfervorizadas. Paralelamente, la diplomacia vaticana está también intentando llegar a un alto el fuego negociado. El sistema de alianzas de Occidente está resultando demasiado dañado por el conflicto. Pero a estas alturas y después de todas las pérdidas sufridas, el Reino Unido y su aliado Estados Unidos necesitan una victoria total para recuperar su credibilidad militar.
[editar] El colapso
Imagen satelital de las islas Malvinas (verano austral de 1999).El 11 de junio al anochecer, las fuerzas británicas inician el asalto final sobre Puerto Argentino y sus alrededores. La Armada de los defensores permanece anclada en puerto, y su aviación apenas da ya más de sÃ: han perdido decenas de aviones y pilotos, el material está muy deteriorado por las constantes operaciones y los alcances, no quedan Exocets; apenas algún avión de transporte consigue lanzarles uno o dos contenedores protegido por la noche. El bombardeo de sus posiciones desde el mar, el aire y la tierra es continuo. Circulan rumores sobre la eficacia y letalidad de las tropas británicas. Los soldados conscriptos que aún defienden las Malvinas comienzan a perder la moral.
El mando británico considera que un ataque diurno es demasiado peligroso, y deciden proceder a través de los montes que rodean a Puerto Argentino por la noche para no verse sometidos al mismo mortÃfero castigo de Goose Green. Durante la noche del 11 al 12, los royal marines británicos toman el monte Harriet a través de un campo de minas y bajo intenso fuego de artillerÃa. Sobrepasado por la CompañÃa L del Batallón de Comandos 42, durante toda esa noche, un soldado conscripto de la CompañÃa B del Regimiento 4, lo hostigó y perturbó como tirador nocturno, hasta ser herido mortalmente. El monte Longdon y Dos Hermanas caen también a manos del 3 PARA y del Batallón de Comandos 45, pero no sin una feroz lucha.
Fue en el cerro Dos Hermanas donde el teniente Luis Martella del Regimiento 4 falleció al cubrir el repliegue de sus soldados conscriptos. En un momento determinado del ataque la CompañÃa Z del Batallón de Comandos 45 fue detenida en su avance durante horas por el soldado Oscar Poltronieri a órdenes del subteniente Aldo Franco de la CompañÃa B del Regimiento 6. Relata Potronieri:
Yo estaba en el monte Dos Hermanas. Adelante nuestro estaba el Regimiento 4 de Corrientes. Al costado tenÃamos al Regimiento de InfanterÃa 7 de La Plata. Lo pasábamos todo el dÃa en la trinchera. A veces bajábamos del cerro para matar un par de ovejas, sancocharlas asà nomás y comerlas. Cuando venÃa un compañero de curso del teniente que me mandaba a mÃ, que se llamaba LlambÃas Pravaz, yo le pedÃa los binoculares y él me los prestaba. Asà vi cómo desembarcaron los ingleses. Pasaron unos dÃas desde el desembarco hasta que llegaron adonde estábamos nosotros. Tomaron todo a las corridas. Los gurkhas mataron a un montón del Regimiento 4 de Corrientes. Y a nosotros nos rodearon asÃ, en forma de medialuna. Yo estaba arriba, en el monte, cuando los veo, serÃan las cinco o las seis de la mañana, en medio de la neblina. Allà matan a tres o cuatro de los soldados nuestros, todos cerca mÃo: a uno que tiran un morterazo que cae cerca mÃo y una esquirla le vuela la tapa de la rodilla, limpita, y se desangra; cuando llega al hospital de Puerto Argentino llega desangrado. A otro una esquirla le da en la espalda. Y a otro que trepa un poco el monte para montar la ametralladora también lo bajan con una ráfaga de ametralladora. Ese era Ramón, que era amigo mÃo...
Como simple muestra de lo vivido en la noche, se reproduce un fragmento del relato del capitán Ian Gardiner del Batallón de Comandos 45 en el libro Above All Courage (‘Más allá de todo coraje’, Pen & Sword Books, 2002) referido a las capacidades y el espÃritu de lucha de la 3ra Sección de Tiradores del subteniente Marcelo LlambÃas Pravaz en las estribaciones del cerro Dos Hermanas en cercanÃas del rÃo Murrell:
Un cuadro duro de unos veinte hombres [argentinos] habÃa permanecido detrás y habÃa luchado, y eran hombres valientes. Los que quedaron y lucharon tenÃan algo. Yo por mi parte no desearÃa hacer frente a mis infantes de marina en batalla.
La batalla por monte Longdon comenzó cuando el cabo británico Brian Milne pisó una mina antipersonal que le arrancó una pierna. La explosión de la misma, y el alarido posterior, pusieron de sobre aviso a unos infantes de marina argentinos sirvientes de una de las ametralladoras Browning 12.7 que de inmediato hicieron fuego hacia abajo en la ladera oeste. A eso de las 02:00 hubo que emplear a la 1ra Sección del subteniente Raul Castañeda de la CompañÃa C del Regimiento 7 a órdenes del capitán Hugo GarcÃa para reforzar y contraatacar en monte Longdon.
Estos soldados conscriptos pelearon como leones. De esa sección es el soldado Leonardo Rondi, que armado con su fusil FAL llegó a la pelea cuerpo a cuerpo como estafeta a pie hasta que se le agotaron las municiones y volvió con un trofeo de valor singular: una boina colorada con distintivo del 3 PARA. Solamente 21 argentinos de los 46 que habÃan participado en el contraataque alcanzan sus posiciones en Wireless Ridge. El resto ha quedado muerto, herido o hecho prisionero. El brigadier Julian Thompson dijo acerca del contraataque en monte Longdon:
En un momento determinado estuve a punto de retirar mis paracaidistas de monte Longdon. No podÃamos creer que estos adolescentes disfrazados de soldados nos estuvieran causando tantas bajas.
En ese momento las jefes de la 2da, 3ra Sección y la Sección de Morteros (sargento primero Raul Gonzalez, teniente primero Enrique Neirotti y el sargento primero Pedro López habÃan sido heridos).
Aproximadamente a las 05:00, el soldado conscripto Horacio Cañeque, vio cómo algunos paracaidistas (los remanentes de los pelotones 4 y 5 de la CompañÃa B del 3 PARA)avanzaban al puesto de comando en monte Longdon (en cercanÃas de Wireless Ridge) del mayor Carlos Carrizo sobre su flanco derecho. Cañeque disparaba su FAL de a dos proyectiles comunes y uno trazante para precisar la punterÃa, mientras estallaban bengalas y explosivos por todas partes. Ante los autores de Asà peleamos: Malvinas (testimonios de veteranos del ejército), (Biblioteca Soldados, 1999), Cañeque recuerda:
Se escuchan gritos y órdenes en inglés. Comienzo a insultarlos en su idioma. Los insultos son lo primero que se aprende y yo tenÃa una pronunciación estadounidense bastante buena. Insulto a los gritos, vociferando, durante un rato. Tal vez por acciones como ésta, los ingleses luego dirÃan que en Malvinas hubo American Special Forces o American Snipers.
Los argentinos sobrevivientes de la 1ª, 2ª y 3ª secciones adelantadas pugnaban por seguir combatiendo hasta agotar la munición cerca del puesto de mando del mayor Carrizo Salvadores. Asà lo relata el aludido Cañeque, quien habÃa guiado al teniente Castañeda y su pelotón hacia los paracaidistas británicos:
Alejandro Rosas y el cabo Oscar Mussi se treparon a un pico rocoso y disparaban, con gran riesgo, desenfrenadamente, contra una de las MAG que nos hostigaban (habrÃa sido el cabo Vincent Bramley). Poco después el lugar se convierte en un infierno de proyectiles. No pueden mantener la posición. Por suerte logran replegarse.
Frente a esa crÃtica situación, aproximadamente a las 06:00, el mayor Carrizo ordenó replegarse a los hombres que le quedaban en monte Longdon hacia Wireless Ridge. Para ello, el soldado conscripto Jorge Colombo hizo disparar su ametralladora Browning 12.7 a fin de defender la retaguardia de los que se retiraron de monte Longdon.
Según Julia Solana Pacheco, autora del libro Malvinas: ¿y ahora qué?, seis soldados argentinos (los conscriptos Ramón Quintana, Donato Gramisci, Aldo Ferreyra, Enrique Mosconi, Alberto Petrucelli y Julio Maidana), heridos y hechos prisioneros, fueron fusilados o bayoneteados por los paracaidistas británicos en monte Longdon, ante los ojos del soldado conscripto Néstor Flores y el cabo Gustavo Pedemonte del pelotón del subteniente Juan Baldini.
Entre los heridos estaba el cabo José Carrizo. Cuando en 1993 se conoció el libro Viaje al infierno del ex paracaidista británico Vincent Bramley que denunció el fusilamiento de argentinos en monte Longdon, Carrizo contó su historia. Relató que en aquella madrugada en monte Longdon, sintió que le pusieron la boca de un fusil en la espalda. Levantó los brazos en señal de rendición y un inglés «con ojos de chino» le hizo un gesto con la mano como de que le iban a cortar el cuello. Luego una corta ráfaga de ametralladora le arrancó parte de la masa encefálica y un ojo. Lo dieron por muerto y lo abandonaron allÃ. Horas más tarde lo salvó un médico británico.
Durante esta noche morirÃan los tres únicos civiles caÃdos en el conflicto, tres mujeres malvinenses de Puerto Argentino cuya casa fue alcanzada por un obús británico. Al amanecer del 12, la capital malvinense está a la vista. Temprano el 12 de junio, fueron destacados a las laderas del cerro Tumbledown —al lado de Moody Brook— el mayor Guillermo Berazay y la CompañÃa A del Regimiento 3, a fin de hacerse fuerte ahà para luego tomar las posiciones perdidas en monte Longdon. Esa oportunidad jamás se darÃa.
La carencia de munición y medios ofensivos adecuados era crÃtica, y el ingenio debió suplir su falta: en el más absoluto secreto, los argentinos montaron un misil Exocet sobre una precaria construcción terrestre y desarrollaron durante semanas la ingenierÃa necesaria para hacerlo operativo. El sistema fue llamado humorÃsticamente "ITB", sigla de "Instalación de Tiro Berreta" («berreta» significa «de mala calidad»). A las 03:00 hs. del 12 de junio un reducido grupo liderado por el entonces capitán de fragata Julio M. Pérez logró dispararlo con resultado eficaz. A bordo del destructor misilÃstico clase County HMS Glamorgan, el oficial de navegación Ian Inskip detecta el misil en trayectoria y ordena lanzar contramedidas y virar el buque intentando ofrecer la popa. El misil alcanza al buque por la banda de babor en el hangar de helicópteros, destruyendo al helicóptero Wessex, matando a trece hombres y provocando un fuerte incendio. Renqueante y echando humo, el destructor se aleja. Sobrevivirá, pero la guerra acabó para él.
Un sentimiento muy parecido a la histeria recorre al almirantazgo inglés. Si la aviación argentina ha conseguido más misiles Exocet, entonces la situación actual de toda la flota es muy peligrosa y lo que ya parece una inminente victoria puede tornarse en un nuevo desastre. Londres mueve todos los hilos posibles para saber de dónde ha salido ese misil, pero nadie parece saber nada.
En realidad, la aviación argentina no ha conseguido ningún nuevo misil. Tampoco es el primer Exocet que se dispara contra un buque británico desde Isla Soledad (el primero falló sin ser detectado). Resulta que aunque la flota argentina esté anclada en puerto, sus preciosos lanzamisiles superficie-superficie no tienen por qué quedarse allÃ. Modificar un Exocet MM38 superficie-superficie para convertirlo en un AM39 aire-superficie estaba más allá del alcance de los ingenieros argentinos, pero no asà el desmontar un conjunto de lanzadores del destructor ARA (D-25) "SeguÃ" junto con su sistema de guÃa, aerotransportarlo sobre remolques a las Malvinas, ponerlo en funcionamiento y accionarlo dando en el blanco, todo con un mÃnimo margen para el error. Se trata de una aplicación improvisada de esta arma letal; sin embargo, al segundo disparo efectivo (de 3 intentos totales, uno de los cuales no obtuvo lanzamiento y el otro se perdió sin acertar blanco) lograron inutilizar al HMS Glamorgan en una acción inédita e histórica. Después de la guerra el Reino Unido, habiendo capturado y estudiado el ingenioso dispositivo, retomarÃa la idea para comercializarlo como «sistema de defensa costera Excalibur».
Pero de momento, la acción contra el Glamorgan detiene el ataque terrestre británico durante todo el dÃa 12, pues el apoyo desde el mar ha quedado en entredicho. No será hasta la noche del 13 que el 2 PARA y el Segundo Batallón de la Guardia Escocesa tomen Wireless Ridge y el monte Tumbledown tras intensos combates contra el Batallón de InfanterÃa de Marina 5 y el Regimiento 7 de InfanterÃa y la CompañÃa A del Regimiento 3 que la apoyaba.
Un infernal diluvio de acero se abatió sobre las CompañÃas A y C del Regimiento 7, dañándolos severamente y destruyendo armamento y comunicaciones como paso previo al avance del 2 PARA. Esa noche los obuses de la artillerÃa británica machacaron constantemente las posiciones argentinas con un intenso y preciso fuego que literalmente demolió muchos sectores defendidos por el Regimiento 7 que seria la unidad con más bajas de la guerra: 36 muertos y 152 heridos. «Durante las doce últimas horas de la lucha se descargaron seis mil tiros de artillerÃa», indican Hastings y Jenkins (La batalla por las Malvinas, p. 326, Emecé, Buenos Aires, 1984). En ese bombardeo son heridos el mayor Emilio Nani y los capitanes Hugo GarcÃa, Jorge Calvo, Carlos Ferreyra y Luis Limia.
Allà estaba el soldado Carlos Daniel Sotelo, uno de los pocos sobrevivientes de la 1ª Sección de la CompañÃa C del regimiento: "Nos mandaron unos pocos refuerzos, cinco o seis soldados y tres oficiales con una ametralladora pesada MAG, que fueron para adelante, a posiciones que conocÃamos bien y que sabÃamos que eran muy complicadas: te dabas cuenta que habÃa un esfuerzo desesperado por resistir. Lo peor era escuchar como habÃamos escuchado por la radio del comando, los pedidos de ayuda de las otras posiciones: eso te queda en la cabeza para siempre."
Cerca de Puerto Argentino el soldado Raúl Menéndez, del Grupo de ArtillerÃa Aerotransportada 4, arrancó ese 14 de junio disparando las últimas municiones de su BaterÃa C.
"TenÃamos seis obuses de 105 mm y al amanecer todavÃa mantenÃamos un hermoso duelo de artillerÃa con los ingleses. Pero poco a poco se nos fueron rompiendo la mayor parte de las piezas porque si tenÃamos que disparar a un promedio de diez proyectiles por minuto, nosotros disparábamos treinta por minuto. Cerca del amanecer, habÃa un cañón Sofma de 155 mm que disparaba desde Sapper Hill y una pieza del grupo mÃo: eran las únicas que disparaban. Me acuerdo que defendÃamos el repliegue del BIM 5 (Batallón de InfanterÃa de Marina 5) que se replegaba desde el Monte William."
Lejos de Puerto Argentino y mucho más cerca del enemigo, el teniente Miguel Cargnel batallaba en Wireless Ridge juntos a las fracciones de los tenientes Luis Karbiner y Jorge Guidobono:
El 12 de junio, cuando los ingleses atacaron Longdon, vimos que estábamos muy comprometidos. Y dijimos: «La bandera no». Con el teniente Jorge Guidobono enterramos el asta y los herrajes en nuestra posición de combate. Guidobono se cosió el paño en el interior de la campera de duvet. Y yo me quedé con la corbata y el moño y repartimos las condecoraciones entre otros oficiales. Asà nos replegamos el 14 a Puerto Argentino, cuando ya se sabÃa de la rendición.
El 14 de junio al las 08:45, el jefe de la CompañÃa B del Regimiento de InfanterÃa 6 ordeno al subteniente Aldo Franco otra vez lanzar un contraataque para posibilitar esta vez el repliegue ordenado del Batallón de InfanterÃa de Marina 5 del sector Tumbledown. Cuenta Poltronieri:
A mà me dio como un ataque de locura y empecé a sacudirles con la MAG, que es una ametralladora pesada. Mi abastecedor estaba cansado de ponerle las cintas de balas a la MAG, pero yo seguÃa tirando. Eran como las nueve de la mañana. Las balas me pasaban cerquita: a las trazantes se las veÃa clarito. El subteniente me decÃa: «Vámonos, Poltronieri, que te van a matar...». Pero yo le decÃa que se fueran ellos. Porque yo sabÃa que el sargento EcheverrÃa habÃa tenido familia en esos dÃas. Entonces les dije: «Váyanse ustedes que tienen hijos, que tienen familia. Yo no tengo a nadie». Los tipos venÃan cantando, tirando al aire, como de paseo... y bien chupados [alcoholizados]. Asà que no le di bolilla al teniente y me quedé esperando que mi compañÃa se replegara. Hasta que se me acabaron las balas y empecé a repechar [replegar] para Puerto Argentino. Llegué a la tarde adonde estaba el Batallón de InfanterÃa de Marina 5. Les pregunté si sabÃan dónde estaba el 6 de Mercedes, porque yo querÃa juntarme con los mÃos. Me dijeron que cerca del cementerio, que era el punto de reunión. Cuando me vieron no lo podÃan creer: me habÃan dado por muerto. Allà me enteré de que se habÃan rendido a las diez de la mañana. Y recién como a las tres de la tarde nosotros habÃamos dejado de combatir. Cuando vimos la bandera blanca colgada en el mástil, la mayorÃa nos largamos a llorar.
Esa noche hubo una gran manifestación en Buenos Aires exigiendo la no rendición; no es posible inflamar a una sociedad como lo hizo la Junta y luego pretender que no reaccione. Galtieri ha prohibido a Menéndez que se rinda. Desde el continente, la maltrecha Fuerza Aérea Argentina aún intenta asestar sus postreros golpes. Hay un último plan peruano de paz en marcha.
Amaneció el domingo 14 de junio, con un intenso frÃo que congelaba a los soldados en Puerto Argentino. Aproximadamente a las 9 el general Menéndez despachaba un radiograma a sus superiores en Comodoro Rivadavia, haciéndole conocer la situación. Poco después fueron empleados los desafiantes remanentes de la CompañÃa B del Regimiento 7. Con el mayor Carlos Carrizo y el capitán Raúl Daneri a la cabeza se intentó un contraataque. Cuenta el soldado Horacio Cañeque:
El mayor iba al costado de la fila. Por momentos estaba en la punta de la columna. A veces se perdÃa atrás, verificando si todo estaba en orden. El capitán Raúl Daneri iba al frente. ...En eso estamos cuando nos llega desde la oscuridad del camino un grupo numeroso de soldados. Vienen caminando rápido y muchos se confunden con nuestra improvisada compañÃa . Hay cansancio, temor y esperanza en esos ojos. Hay abrazos de amigos que no pensaban volver a verse. Hay fusiles y cargadores repletos tirados al costado del camino. ...El mayor gritaba en vano tratando de hacerse oÃr. Vio que quedaba poco por hacer pero no se resignaba. Pego un par de gritos y dijo: "los que quieran que se vuelvan, los que quieran que me sigan", y encaro hacia Wireless Ridge solo, sin mirar atrás. Los siete Rayos salimos tras el. SentÃamos que era una locura pero no podÃamos dejarlo solo. Alejandro Rosas y Luis Cunningham habÃan tirado al diablo sus radios. Ahora traÃan solo su fusil Nos acompano una veintena de soldados y un par de suboficiales. Uno de ellos era el sargento Pedro Villarreal, quien habÃa sido mi jefe de grupo en el perÃodo de instrucción, al comienzo de mi servicio militar. Sentà orgullo de que el hombre que me habÃa enseñado todo lo que yo sabÃa de la guerra al venir a Malvinas, estuviera conmigo en esos momentos. ... Al poco trecho los ingleses nos hicieron saber de su presencia. ... No tenÃamos cubierta y los ingleses tiraban fuerte, al parecer también con ametralladoras 12,7 o algo asÃ. ... La tierra parecÃa hervir a nuestro alrededor.
Fue otro acto desesperado y valiente. Pero no tuvieron suerte. Fueron rechazados. Porque los paracaidistas británicos ya habÃan conquistado Wireless Ridge, y desde allà manejaban la escena. Con el mayor fueron los siete Rayos (los soldados consciptos Horacio Caneque, Gabriel Garcia, Carlos Connell, Fernando Magno, Luis Cunningham, Gabriel Crespo, Daniel Cesar Maltagliatti y Alejandro Rosas. (Vea *[3])
Pero cuando los británicos deciden avanzar ante el contraataque argentino, no encuentran más resistencia. Es el resultado de cuatro dÃas de operaciones psicológicas ejecutadas por el coronel Mike Rose, del SAS, y el capitán Rod Bell, hispanohablante. Llevan desde el dÃa 10 hablando con Menéndez por radio, ganándose su confianza e instándole a la rendición «con dignidad y honor». El 2 PARA entra en el extrarradio de Puerto Argentino con sus boinas en vez de los cascos de combate y ondeando banderas británicas. A las 23, el comandante de las fuerzas británicas Jeremy Moore llega en helicóptero a Puerto Argentino y se entrevista con Menéndez. Cuando el primero muestra al segundo los documentos de rendición, Menéndez tacha de inmediato la palabra «incondicional». No era eso lo pactado durante las conversaciones radiales secretas de los dÃas anteriores. Tras un breve tira y afloja, el general Mario BenjamÃn Menéndez rinde las islas Malvinas al general Jeremy J. Moore a las 23:59 del 14 de junio de 1982, siendo testigo el coronel Pennicott. Los 8.000 soldados argentinos son desarmados y concentrados en el aeropuerto en calidad de prisioneros de guerra. El invierno austral arrecia. Hace mucho frÃo.
El dÃa 15 de junio de 1982, la bandera colonial británica es izada de nuevo en el edificio de gobernación de las islas Malvinas.Cuando las noticias llegan a Buenos Aires, se produce una importante manifestación de rabia popular que es reprimida por la Junta, perdiendo asà el poco apoyo que les quedaba entre la población sensible a su discurso nacionalista y patriótico. A lo largo del dÃa 15, el resto de unidades argentinas presentes en el archipiélago entregan sus armas. El 20, cinco buques británicos hacen acto de presencia en las islas Sandwich del Sur y la guarnición de Thule se rinde sin lucha. Todos los prisioneros son repatriados durante el mes siguiente. La bandera de Su Majestad ondea de nuevo sobre los tres archipiélagos. Más de mil hombres valientes yacen bajo las gélidas aguas y por los riscos congelados, hermanos al fin en la muerte. Como en todas las guerras...